Illma Gore, la artista que dibujó el micropene de Trump: "Seamos realistas, en Estados Unidos tenemos una dictadura"

Con un gorro y un jersey azul cielo que apenas deja asomar los tatuajes del cuello, Illma Gore aparece al otro lado de la pantalla trayendo el invierno de Brisbane. Hace unos meses se mudó a la costa este de Australia, donde nació, para alejarse de Los Ángeles, donde ha vivido casi toda su vida. «Tengo la intención de ir y venir a Estados Unidos si no me detienen cada vez en los controles del aeropuerto. Estoy en una lista por mi obra sobre Trump...», suspira la artista.
Desde 2016 ha estado en el punto de mira de extremistas radicales, con oleadas de insultos, amenazas e incluso una agresión física cuando tan solo tenía 24 años: en Los Ángeles un tipo paró el coche, se bajó y simplemente le pegó un puñetazo en el ojo. ¿El motivo de tanta ira? Un dibujo de Donald Trump desnudo con un micropene que Gore colgó en sus redes sociales en plena campaña presidencial bajo el título Make America Great Again. Ahora vuelve a desnudar al presidente -y a una veintena de políticos y dictadores- para convertirlo en un querubín llorón y grotesco, un ángel apocalíptico.
Con otro título más que explícito, Apocalipse Now, cruce entre las profecías de San Juan de la Cruz y el infierno del film de Coppola, Gore presenta su primera exposición en España, en la galería Imaginart de Barcelona, donde se podrá ver hasta el 18 de septiembre. A modo de prólogo, se abre con el dibujo de Trump al desnudo censurado en Estados Unidos y que la galería Maddox de Londres exhibió en plena tormenta mediática (por cierto, lo compró el coleccionista catalán Tatxo Benet).

«Entonces yo no era conocida, apenas empezaba mi carrera artística. Tenía 23 años, iba a clases de arte en la universidad y aquel dibujo cambió mi vida», recuerda Gore. «Al día siguiente de colgarlo habían cerrado todas mis cuentas, incluso desconectado mi proveedor de internet. Me llegaron avisos de demanda si no lo retiraba... La verdad es que tuve miedo», admite desde las Antípodas, donde vive tranquila, tal vez demasiado. «Los australianos son bastante apáticos. En un sentido político, es bastante aburrido. Quiero seguir yendo a Los Ángeles para luchar contra esta dictadura. Porque seamos realistas, en Estados Unidos tenemos una dictadura», sostiene.
¿Un apocalipsis, como su exposición? Como si fuese un retablo, la pieza central es un inmenso lienzo de dos por cuatro metros, Death of Eros (La muerte de Eros), poblado por 25 angelitos enfadados y rollizos que se pelean entre sí en un cielo oscuro, de tormenta. «He intentado representar la política actual, de los siglos XX y XXI, en un estilo clásico, como se hacía en el Renacimiento. El amor se ha convertido en mito, el mito en propaganda y, finalmente, la propaganda en violencia», señala la artista, que pasó más de 100 horas pintando a sus querubines apocalípticos. Al principio incluso cuesta reconocer los rostros deformados de un cóctel disparatado de figuras políticas: Erdogan, Hitler, el Che, Pol Pot, Kim Jong Un, Bashar al Assad, Obama, Merkel, Kamala Harris, Hillary Clinton, la reina Isabel II, Putin...

- ¿Estamos ante el principio del fin?
- Siempre ha habido guerras. En África, Oriente Medio, Ucrania y Rusia... Pero durante mucho tiempo en América se ha gestado una guerra civil fría, emocional. La primera presidencia de Trump despertó mucha incertidumbre pero al terminar parecía que todo había sido una broma. Sin embargo, ahora se empieza a sentir como si él lo hubiera preparado para realmente desatar un apocalipsis.
- Le ha quedado un lienzo lleno de dictadores.
- Sí, el resultado es muy autocrático. Ni siquiera era mi intención. Quería representar a los líderes del mundo moderno y la realidad es que ha habido muchos dictadores, como Mugabe en Zimbabue, Duterte en Filipinas, Pinochet en Chile...
- ¿Y por qué poner a Gandhi o Martin Luther King entre ellos? ¡Incluso al Papa Francisco!
- Era importante mostrar todo el espectro, la imagen del mundo como es. Incluso Gandhi suscita controversias. Aparece peleando con Winston Churchill: lideró la independencia de la India del Reino Unido y creía en la no violencia. A Churchill los ingleses le veneran por ganar guerra. En cuanto al Papa... la religión es muy importante en EEUU y quería representarlo de alguna manera. Pero si te fijas, ninguna de las figuras tiene contacto visual. Nadie se mira entre sí. Tal vez si lo hicieran empezarían a entenderse un poco más, a humanizarse.
- ¿Y Hitler en el centro?
- La pintura se centra en Occidente. Hitler no solo fue el responsable de uno de los mayores genocidios de la historia. Sus actos provocaron un efecto mariposa que se extiende hasta el actual conflicto entre Israel y Palestina. También pienso en el racismo en Estados Unidos... Hay dos Américas, la blanca y la negra. Ambas existen culturalmente, como si fueran países propios. Mucha gente cree en ideas racistas o fascistas, repite y regurgita cosas que Hitler comenzó. Y entonces ves la historia repetirse.
- También reserva un lugar para Elon Musk...
- Es el único personaje político no electo. Musk representa esa oligarquía que domina la política en América. Unos pocos ricos con muchísimo dinero lo están controlando todo. Pensé que era interesante poner al hombre más rico del mundo ahí. Estuve tentada de pintar a Rupert Murdoch y Bill Gates. ¡Pintaría a todos los multimillonarios! Aunque me demandaran.
Illma Gore tiene experiencia lidiando con las presiones de los bufetes de abogados más poderosos, como el del grupo LVMH (Louis Vuitton Moët Hennessy). En 2017, la artista volvió a acaparar los focos con su peculiar escultura Loo-uis Vuitton WC, un inodoro dorado cubierto por la piel de los bolsos franceses que vendía por 100.000 dólares. En Tradesy -un Wallapop de lujo ahora en manos de Vestiaire Collective-, Gore compró 24 bolsos de segunda mano y una maleta Vuitton por 15.000 dólares para crear un wáter de lujo como crítica al capitalismo y al consumismo voraz. Lo hizo un siglo después de que Duchamp plantara La fontaine, un anodino urinario, en un museo.
«Amenazaron con demandarme, me intimidaron alegando que había bolsos falsos, me presionaron para que lo retirara... ¡Llegaron a decirme que por qué crearía alguien un inodoro de 100.000 dólares cuando hay niños muriendo de hambre en el mundo!», ríe la artista. Algunos datos: el bolso-joya en forma de calabaza que Yayoi Kusama diseñó para Louis Vuitton en 2012 valía 110.000 dólares, pero en un reciente 2023 la firma superó todos los récords con el bolso del millón de dólares Millionaire Speedy creado por Pharrell Williams y que lucen famosos como Rihanna o LeBron James.
Pero no todas las obras de Gore son tan mediáticas ni polémicas, al contrario. En 2016, condujo hasta la frontera entre México y Arizona para plantar una verja blanca, de esas idílicas que los americanos tienen en el jardín, en un tramo donde aún no se alzaba el muro de Trump, de más de seis metros de altura. En medio puso el típico cartel de Se Vende: For Sale. American Dream. «Es una de mis preferidas, una pieza de protesta pacífica. La construí en una habitación de hotel. Un amigo me acompañó a instalarla justo cuando las patrullas hacían su ronda. Quería poner un kilómetro de verja, pero no llegamos ni a mitad», cuenta.
A principios de 2017 inauguró un gigantesco mural de protesta en la Samuel Freeman Gallery de Los Ángeles, pintado con sangre donada por activistas y artistas. La pintura representa a migrantes e indígenas cosiendo la bandera americana, en una versión del lienzo clásico de Henry Mosler The Birth of American Flag, que se conserva en la universidad de Georgetown (Washington D. C.).
Antes del efecto Trump, su primer lienzo fue su propia piel con My Body is Yours (Mi cuerpo es vuestro), que explica su sobredosis de tatuajes, más de 5.000. Apenas tenía 22 años cuando invitó a cualquier extraño a pagar 10 dólares para decidir un tatuaje para ella, ya fuera una palabra (luce decenas de nombres de desconocidos) o una imagen. Aunque pueda parecer una excentricidad subyace una causa más profunda. «¿Está bien si me pongo un poco triste pero explico la realidad honestamente?», pregunta.
Hace horas que ha oscurecido en Brisbane y ella misma cuenta su pasado: «Me mudé muy joven a Los Ángeles y mis dos padres murieron. Me quedé huérfana, viví en la calle durante un tiempo. Y... fui violada por dos hombres violentamente [aquí hay una pausa e inflexión de voz]. Es la realidad de ser una adolescente sin hogar. Tenía 14 años. Al poco me hice mi primer tatuaje y fue muy liberador. Pasé años pensando en cómo podía hacer la pieza más original para mí, cómo reclamar mi cuerpo como propio. Al tatuarme las historias de los otros lo recuperé».
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